De paranoias e histerias

1. Tenía ocho o nueve años. Jugaba al fútbol con lxs vecinxs en una calle a la que llamábamos "la recta". Se fueron todxs a merendar y me quedé sola dándole patadas al balón contra una pared hasta que volvieran. Se acercó un señor con un perrazo, al que ató a un poste. Se acercó a mí y se quedó quieto, con los brazos en jarras, a escasos tres metros, completamente callado y con una sonrisa asquerosa. Se me disparó algún tipo de alarma inconsciente, cogí el balón y me fui a casa corriendo.

2. Hacíamos la prueba de velocidad y resistencia por separado, en el colegio, los chicos y las chicas. Mientras los chicos estaban sentados, las chicas corríamos las cinco vueltas reglamentarias al campo y, cada vez que pasábamos por la línea de meta, donde las escaleritas en las que ellos estaban, cantaban "boing boing boing" y nosotras nos apretábamos lo máximo que pudiéramos los recién comprados sujetadores.

3. Tenía trece años e iba a la calle Argensola a un taller de escritura. Era de las primeras veces que iba sola a Madrid. De día. Un barrio bien. Una moto me siguió muy despacio. El resto de la calle estaba vacía. Paró unos metros por delante de mí y, con el casco puesto, se bajó un poco los pantalones y calzconcillos y empezó a masturbarse mientras se me acercaba y decía cosas. Eché a correr hasta el portal donde era la clase. No le dije nada a nadie en muchos años, como si fuese motivo de una vergüenza horrible.

4. Cuando subíamos la cuesta del Torreón para ir al McDonald's los viernes después de clase, los obreros nos soltaban frases. Recuerdo un día que E. les respondió. Lo que no recuerdo es qué les respondió. En grupo era más divertido, porque sola no me gustaba nada. Me acuerdo perfectamente del "si yo fuera tu padre, tu madre dormiría en la escalera".

5. Con diecisiete años fui por primera vez (y casi última, he de confesar) a una discoteca. Recuerdo perfectamente lo impresionada que estaba con aquel mercado de carne en el que los chicos, apoyados en la pared, miraban pasar a las chicas.

6. Estaba con mi primera novia, en la plaza de Felipe II. En realidad, esta escena podría trasladarse a otras compañías y a otros lugares. Loreto con chica y desconocido o desconocidos que aparecen que (a) se masturban, (b) propoponen un trío, (c) hacen preguntas sobre sexo lésbico.

7. Hará unos cinco o seis años (es que el tiempo pasa muy rápido), estaba leyendo en el metro, de pie junto a una puerta, cuando un señor mayor se me acercó (mucho) y me preguntó si era la dirección correcta para Callao. Asentí: "son tres paradas más". Se quedó quieto, mirándome, antes de decirme: "me excitan las mujeres que leen". Me desplacé a otro rincón del vagón. Entonces, él se colocó junto a otra chica a la que también empezó a molestar. Todo el mundo se daba cuenta, pero nadie dijo nada. Yo tampoco.

Leí el artículo Paranoicas de June Fernández sobre micromachismos y sobre cómo muchos varones (y muchas mujeres, añadiría yo) responden que no son más que exageraciones y paranoias. Mi amigo H. me acaba de pasar otra entrada, la de Ander Izagirre: Son unas histéricas. En ella, una amiga le enumera diez situaciones en las que se ha sentido acosada, desde pequeña y, más adelante, reflexiona sobre el acoso sexual en la calle y sobre la reacción de muchas personas ante su denuncia.

Me gusta cómo habla de un señor que le acosó una noche y cómo, hasta que le vio masturbándose, su única preocupación era que le iba a robar la bici: "Ni se me pasó por la cabeza que yo corriera ningún tipo de peligro sexual. Con 16 años, en mi cabeza no existía ese miedo. Ese miedo que es el primero que le viene a la mente a una chica de esa edad. El chico de 16 años piensa que le pueden robar la bici. La chica de 16, que la pueden violar". Ese miedo nos acompaña desde bien pequeñas, un miedo que nos (re)produce como mujeres y que nosotras mismas también extendemos entre hermanas, amigas, hijas. Miedo que nos genera inseguridad y responsabilidad sobre lo que nos pueda ocurrir. Miedo que influye en cómo nos movemos, por dónde caminamos, a dónde vamos, qué llevamos puesto.

El chico que intenta ligar de forma desafortunada, el amigo que hace comentarios sobre tus tetas sin venir a cuento... puede que pensemos que no es lo mismo y que esas situaciones no pesen en sí mismas, pero como dice June en uno de los comentarios: "[...] lo que ese chico no entiende es que igual es la quinta del día, y que cinco bromas machistas al día sí que minan nuestra autoestima y nos hacen sentir (a muchas inconscientemente) ciudadanas de segunda".

2 reacciones

  1. De tanto leer se me olvidó comentar. Quería darte las gracias por esta entrada. A partir de ella empecé a leer los enlaces y luego los enlaces de los enlaces, etc. y desde entonces no he parado de darle vueltas al tema.

    Es realmente chocante ver que tantas personas hemos sufrido situaciones de acoso y abuso. Y callamos.

  2. Un blog valiente y necesario. Me encanta. Se me han puesto los pelos de punta cuando has recordado que, ante cierto tipo de abusos (como el que narras que sucedió dentro del metro), las personas preferimos mirar hacia otro lado. Gracias por escribirlo.

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