Temporada de reyes

El viernes pasado fui drag king en una fiesta de cumpleaños a la que debíamos acudir vestidxs de etiqueta. Hoy leo un artículo en Pikara Magazine sobre el tema y ayer leía este párrafo en "Desde los márgenes: prácticas y representaciones de los grupos queer en el Estado español", el primer capítulo, escrito por Gracia Trujillo, de la obra colectiva El eje del mal es heterosexual (se puede comprar o descargar):

La performance de género de un drag-king no es una mera representación escénica (para la que basta con un bigote y un traje), sino el resultado de un proceso de aprendizaje formativo determinado por una serie de circunstancias personales, materiales y sociales. Si las acciones de las dragqueen producen risas o censuras es porque ponen de manifiesto los mecanismos performativos, de repetición, a través de los cuales se produce la ficción de una relación estable entre sexo y género (Butler, 1990). Si las drag-queen parodian la feminidad entendida como «esencia» de las mujeres (biológicas), los drag-kings al reírse de la masculinidad, evidencian la férrea resistencia que existe en la cultura hegemónica a aceptar la masculinidad en términos de performance. La cuestión radica en que la masculinidad, como convención de estilos que se puede manipular, descontextualizar y deformar para provocar efectos no previstos, está asociada al poder (Halberstam, 1998). La masculinidad, en otras palabras, es el estilo del poder. Es cosa de hombres. Y al poder no le gusta que se rían de él, y menos que lo tomen al asalto. En el Estado español, esa resistencia se refleja en la poca difusión que la cultura drag-king ha tenido hasta ahora. En los últimos años, sin embargo, se han realizado varios encuentros, fiestas y talleres de drag-kings. Los drag-kings, como la cultura butch-femme, son revulsivos queer cargados de erotismo e irreverencia ante cierto feminismo normativo (y lesbófobo), ante un lesbianismo feminista horrorizado en general ante las plumas, los roles, los dildos..., ante un movimiento «gay» pulcro y normalizador, y ante una sociedad que insiste en ver a las minorías sexuales como simples copias defectuosas del modelo heterosexual.
Gracia Trujillo

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